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domingo, 24 de septiembre de 2017

MERCEDES DE VALILLA - CANTARES

CANTARES
MERCEDES DE VELLILA

La soledad voy buscando,
y yo no puedo encontrarla:
en mi soledad más grande
siempre el dolor me acompaña.

Con la risa de mis labios
voy ocultando mis penas;
porque he visto que en el mundo
nadie al que sufre se acerca.

Mi nombre escribí en la arena,
y lo borraron las olas:
¿serán de arena las almas
donde el cariño se borra?

Voy andando, voy andando,
y atrás los ojos volviendo;
que no he de volver a hallarme
lo que en el camino dejo.

Dicen que la vida es sueño,
y todos quieren soñar:
sueño yo cosas tan tristes,
que quisiera despertar.

Mis pensamientos son nubes,
y mi corazón es hielo;
mis penas son tempestades,
por que es mi vida el invierno.

Yo no quisiera cantar,
y llorar tampoco quiero,
y el que no canta ni llora
es que vive como muerto.

¡Aquí escribió juramentos
y promesas escribió!
¡Lo que conserva un papel
se borra de un corazón!

Por no perder la costumbre
voy a escribir una copla;
que una copla es la compaña
del alma que vive sola.

En el mar de la esperanza
eché la red del cariño,
y la saqué cargadita
de desengaños y olvido.

Ya no cantaré más coplas,
si no las quieres oír;
que es razón que mis penitas

queden sólo para mí.


VIDA Y OBRA

Mercedes de Velilla y Rodríguez (Sevilla, 24 de septiembre de 1852 - Camas, 12 de agosto de 1918), fue una ensayista, dramaturga y poetisa y una de las escritoras más representativas del movimiento literario de Andalucía en la segunda mitad del siglo XIX.

Mercedes de Velilla y Rodríguez nació en
Sevilla el 24 de septiembre de 1852 en el seno de una familia con gran vocación literaria. De hecho, casi todos los miembros de su familia escribían, especialmente poesía, como su madre María Dolores Rodríguez, su hermana Felisa pero y sobre todo su Hermano José de Velilla, uno de los dramaturgos más fecundos de la segunda mitad del siglo XIX sevillano.
Una de las primeras reseñas en vida de Velilla, se la debemos a la escritora Amantina Cobos de Villalobos. La siguiente, fundamental para conocer la vida de Mercedes, se halla en el prólogo de Luis Montoto (amigo de la familia Velilla y a la sazón cronista oficial de la ciudad hispalense) en el libro póstumo de Velilla publicado por acuerdo del Ayuntamiento de Sevilla,.Su infancia y adolescencia en la casa familiar de la calle Manteros fue seguramente la época más feliz de su vida. Como escribe Montoto, “era su casa, su casita de calle Manteros, el punto de reunión de los jóvenes que amaban las letras y las cultivanban en Sevilla”. Jóvenes como Cano y Cueto, Rodríguez Marín, Juan Antonio Cavestany o el propio Luis Montoto, encontraban en la casa de los Velilla, al que llamaban “el parnaso”, el espacio indulgente para la creación en el que bebía la pequeña Mercedes.
“A lo diez años” dice Cobos de Villalobos “leyó algunas composiciones ante escogido auditorio, y desde entonces se reveló como poetisa genial y de altos vuelos, no obstante su natural modestia, que hice fuera llamada por uno de sus biógrafos, <<la violeta del Betis>>”. Es muy conocida la anécdota que recoge Montoto, cuando Abelardo López de Ayala necesitó conocer en persona a la adolescente Mercedes para cercionarse que los versos que tanto le habían agradado provenían de una joven y no de dama cargada de años y experiencia. Pero lo más revelador es la preguntaba, retórica si se quiere, que se hacía el prologuísta “¿Cuál no sería su asombro al saber que la poetisa era una joven sin otros estudios que los que cursan en academias y colegios las niñas españolas?”. La anécdota de López de Ayala concluye con una exclamación del poeta “Verdaderamente esta niña es un prodigio”, pero a través de ella se constata la dificultad de las mujeres españolas de su época para recibir una educación de calidad que les permitiera la independencia económica y la autonomía vital.
Tras colaborar con diferentes publicaciones periódicas, la mayoría orientadas a las mujeres y ganar el premio de honor de la Exposición Bético-Extremeña (1872), con veintiún años (1873) publicó su primer y único libro de poemas “Ráfagas”.
En los primeros años de su juventud trabó amistad con la también sevillana Concepción de Estevarena, poeta que a pesar de la cortedad de su vida, dejó una obra fundamental en la producción literaria femenina del siglo XIX. Amistad fraguada en la existencia de dos mujeres unidas por la misma experiencia vital: “doloroso éxodo de su existencia” definió Cobos de Villalobos la vida de Estevarena; “busquemos, por tanto, en sus versos los latidos de un corazón apenado” dejó escrito Montoto de la vida de Velilla. Pero la abrupta y temprana muerte de Estevarena, fallecida em Jaca de tuberculosis (1877), privó a Velilla de un apoyo fundamental.
La despedida de Estevarena en la estación del ferrocarril el ocho de octubre de 1875 por parte de sus amigos, quedó recogida tanto por la pluma de José de Velilla como por la de Montoto. Este último la recordaba así más de cuarenta años después: “Un día, su compañera inseparable, la ardiente poetisa Concepción de Estevarena, por brutal despojo de la muerte, partió a tierras remotas en busca del techo hospitalario y del pan que le ofrecían unos parientes lejanos. Algo del corazón de Mercedes partió con la gentil cantora”.
Algunos autores se extrañan de la ausencia de amores conocidos de Mercedes de Velilla a pesar de su reiteración en la obra poética, hasta el punto de constatar: “Tampoco en cuestiones de amor fue afortunada. Santiago (sic) Montoto no se refiere a esta parcela de su vida, pero sus poemas amorosos no son un juego poético ni un divertimento en torno a un tema tradicional, aunque sí nos informa de que atravesó sola todas estas desgracias”. Pero Montoto reitera a lo largo de su prólogo en “Poesías”, el cariño y afecto entre Velilla y Estevarena al punto de incluir entre los recuerdos más bellos en la vida de la poeta a su hogar familiar de la calle Manteros, a sus padres, su hermano José “y a la amiga del corazón, rosa espléndida en los jardines de Sevilla, flor de nieve entre los hielos del Norte”.
El 17 de febrero de 1876, estrenó en el teatro Cervantes de Sevilla, la obra “El vencedor de sí mismo”, cuadro dramático en un acto y en verso, que había escrito animada por Pedro Delgado, conocido actor de la época y amigo de su hermano José, que interpretó el personaje de Garci Pérez de Vargas. En la edición de esta obra le dedica la misma a Delgado con estas palabras: “A usted, que me animó con sus palabras y a quien debo mis primeros laureles dramáticos, dedico este humilde ensayo, pagando así, del modo que puedo, la deuda de gratitud con usted contraída”.
El 23 de abril de ese año, La Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla, le otorgó el primer premio en el concurso organizado con ocasión de la efeméride de Miguel de Cervantes. Posiblemente se trate del texto que se conserva en La Real Academia Española con ese nombre, fechado en 1874.
A partir de esta época, la publicación de su obra se va haciendo más esporádica, hasta casi desaparecer, cuando fallece su padre (1877), y más tarde su hermano (1904), que le obligan a cuidar de su madre y de su hermana enferma. La falta del sostén familiar le lleva a vivir un destino de estrecheces económicas que Montoto describe así: “Se hundió la casa, y sobre sus ruinas se alzó la pobreza con su lúgubre cortejo de apremios, esquiveces e ingratitudes”. Solo la intermediación de sus amigos, Montoto entre otros, ante el ayuntamiento de la ciudad que le asignó una pensión de cien pesetas mensuales para dedicarse a investigaciones literarias, le evitó vivir una vejez de penalidades (Amantina Cobos de Villalobos: 1917). El ayuntamiento de su ciudad también le distinguiría con la rotulación de una calle con su nombre en el centro de la ciudad.
En los últimos años de su vida se dedicó también a vindicar la figura literaria de su hermano José de Velilla. Gracias a esta labor, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, a petición de Mercedes y tras informe favorable de La Real Academia Española, adquirió 188 ejemplares de la obra “Poesías Líricas” con poemas del dramaturgo, con destino a las bibliotecas públicas.
Mercedes de Velilla y Rodríguez, falleció en la localidad de Camas, el 12 de agosto de 1918.
                   (DATOS COGIDOS EN WIKIPEDIA)24/09/2017Actividades | Biblioteca Pública Municipal "Miguel de Cervantes ...


miércoles, 24 de mayo de 2017

FRIEDRICH SCHILLER - ÉXTASIS POR LAURA

ÉXTASIS POR LAURA

FRIEDRICH SCHILLER
VERSIÓN: TEODORO LLORENTE

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Laura, si tu mirada enternecida
hunde en la mía el fulgurante rayo
mi espíritu feliz, con nueva vida,
en ráfaga encendida
resbala con la luz del sol de mayo.
Y si en tus ojos plácidos me miro
sin sombras y sin velos,
extasiado respiro
las auras de los cielos.

Si el acento sonoro
tu labio al aire da con un suspiro
y la dulce armonía
de las estrellas de oro;
escucho de los ángeles el coro,
y absorta el alma mía
en transparente amoroso se extasía.

Si en la danza armoniosa
tu pie, como ola tímida resbala,
a la tropa de amores misteriosa
miro agitar el ala;
el árbol mueve, tras de ti, sus ramas
cual si de Orfeo oyerase la lira,
y a mis plantas la tierra que pisamos
vertiginosa gira.

Si de tus ojos el destello puro
fuego amoroso inflama,
latido al mármol duro
da y al árido tronco vital llama.
Cuanto goce soñó la fantasía
ya presente contémplalo y seguro,

cuando en tus ojos leo, ¡Laura mía!
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viernes, 8 de julio de 2016

ANDREI ELOY BLANCO - LA ÓRBITA DEL AGUA

LA ÓRBITA DEL AGUA
ANDREI ELOY BLANCO

Vamos a embarcar, amigos,
para el viaje de la gota de agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.

Para nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla da agua,
la mitad de lágrima de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.

Vamos a seguir, amigos,
la órbita de la gota de agua:
De la cresta de un ola
salta, con el vapor de la mañana;
sube a la costa de una nube
insular en el cielo, blanca, como una playa;
viaja hacia el Occidente,
llueve en el pico de una montaña,
abrillanta las hojas,
esmalta los retoños,
rueda en una quebrada,
se sazona en el jugo de las frutas caídas,
brinca en las cataratas,
desemboca en el Río, va corriendo hacia el Este,
corta en dos la sabana,
hace piruetas en los remolinos
y en los anchos remansos se dilata
como la pupila de un gato,
sigue hacia el Este en la marea baja,
llega al mar, a la cresta de su ola
y hemos llegado, amigos... Volveremos mañana


NOTA: Andrés Eloy Blanco Meaño (Cumaná, Venezuela, 6 de agosto de 1896 Ciudad de México, 21 de mayo de 1955) fue un abogado, escritor, humorista, poeta y político venezolano

jueves, 11 de junio de 2015

LEYENDA HEROICA - LA RAZA DE BRONCE

 
LA RAZA DE BRONCE

Dicha el 19 de julio de 1902 en la Cámara de Diputados
            
EN HONOR DE JUÁREZ

                      I
Señor, deja que diga la gloria de tu raza,
la gloria de los hombres de bronce, cuya maza
melló de tantos yelmos y escudos la osadía:
!oh caballeros tigres!, oh caballeros leones!,
!oh! caballeros águilas!, os traigo mis canciones;
!oh enorme raza muerta!, te traigo mi elegía.


                      II
Aquella tarde, en el Poniente augusto,
el crepúsculo audaz era en una pira
como de algún atrida o de algún justo;
llamarada de luz o de mentira
que incendiaba el espacio, y parecía
que el sol al estrellar sobre la cumbre
su mole vibradora de centellas,
se trocaba en mil átomos de lumbre,
y esos átomos eran las estrellas.
Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtémoc, la que culmina
disparando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina
era mi hermana y mi custodio era.
Cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—
y calló todo ser y toda cosa,
cuatro sombras llegaron a mí en coro;
cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—.
Llevaban una túnica espledente,
y eran tan luminosamente bellas
sus carnes, y tan fúlgida su frente,
que prolongaban para mí el Poniente
y eclipsaban la luz de las estrellas.
Eran cuatro fantasmas, todos hechos
de firmeza, y los cuatro eran colosos
y fingían estatuas, y sus pechos
radiaban como bronces luminosos.
Y los cuatro entonaron almo coro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.


                      III
Ante aquella visión que asusta y pasma,
yo, como Hamlet, mi doliente hermano,
tuve valor e interrogué al fantasma;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Quién sois vosotros, exclamé, que en presto
giro bajáis al Valle mexicano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Qué abismo os engendró? ¿De qué funesto
limbo surgís? ¿Sois seres, humo vano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—Responded, continué. Miradme enhiesto
y altivo y burlador ante el arcano.
Tuve valor para decirles esto;
¡mas mi espada temblaba entre mi mano...!


                      IV
Y un espectro de aquéllos, con asombros
vi que vino hacia mí, lento y sin ira,
y llevaba una piel sobre los hombros
y en las pálidas manos una lira;
y me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: —«¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces.
»Yo me llamé Netzahualcóyotl y era
rey de Texcoco; tras de lid artera,
fui despojado de mi reino un día,
y en las selvas erré como alimaña,
y el barranco y la cueva y la montaña
me enseñaron su augusta poesía.
»Torné después a mi sitial de plumas,
y fui sabio y fui bueno; entre las brumas
del paganismo adiviné al Dios Santo;
le erigí una pirámide, y en ella,
siempre al fulgor de la primera estrella
y al son del huéhuetl, le elevé mi canto.»


                      V
Y otro espectro acercóse; en su derecha
levaba una macana, y una fina
saeta en su carcaje, de ónix hecha;
coronaban su testa plumas bellas,
y me dijo: —«Yo soy Ilhuicamina,
sagitario del éter, y mi flecha
traspasa el corazón de las estrellas.
»Yo hice grande la raza de los lagos,
yo llevé la conquista y los estragos
a vastas tierras de la patria andina,
y al tornar de mis bélicas porfías
traje pieles de tigre, pedrerías
y oro en polvo... ¡Yo soy Ilhuicamina!»


                      VI
Y otro espectro me dijo: —«En nuestros cielos
las águilas y yo fuimos gemelos:
¡Soy Cuauhtémoc!  Luchando sin desmayo
caí... ¡porque Dios quiso que cayera!
Mas caí como águila altanera:
viendo al sol, y apedreada por el rayo.
»El español martirizó mi planta
sin lograr arrancar de mi garganta
ni un grito, y cuando el rey mi compañero
temblaba entre las llamas del brasero:
—¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?,
le dije, y continué, sañudo y fiero,
mirando hervir mis pies en el aceite...»


                      VII
Y el fantasma postrer llegó a mi lado:
no venía del fondo del pasado
como los otros; mas del bronce mismo
era su pecho, y en sus negros ojos
fulguraba, en vez de ímpetus y arrojos,
la tranquila frialdad del heroísmo.
Y parecióme que aquel hombre era
sereno como el cielo en primavera
y glacial como cima que acoraza
la nieve, y que su sino fue, en la Historia,
tender puentes de bronce entre la gloria
de la raza de ayer y nuestra raza.
Miróme con su límpida mirada,
y yo le vi sin preguntarle nada.
Todo estaba en su enorme frente escrito:
la hermosa obstinación de los castores,
la paciencia divina de las flores
y la heroica dureza del granito...
¡Eras tú, mi Señor; tú que soñando
estás en el panteón de San Fernando
bajo el dórico abrigo en que reposas;
eras tú, que en tu sueño peregrino,
ves marchar a la Patria en su camino
rimando risas y regando rosas!
Eras tú, y a tus pies cayendo al verte:
—Padre, te murmuré, quiero ser fuerte:
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.


                      VIII
Y hablaron tus labios, tus labios benditos,
y así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias: —«No hay nada pequeño,
ni el mar ni el guijarro, ni el sol ni la rosa,
con tal de que el sueño, visión misteriosa,
le preste sus nimbos, ¡y tu eres el sueño!
»Amar, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!
Los mundos brotaron el eco de un beso,
y un beso es el astro, y un beso es el rayo,
y un beso la tarde, y un beso la aurora,
y un beso los trinos del ave canora
que glosa las fiestas divinas de Mayo.
»Yo quise a la Patria por débil y mustia,
la Patria me quiso con toda su angustia,
y entonces nos dimos los dos un gran beso;
los besos de amores son siempre fecundos;
un beso de amores ha creado los mundos;
amar... ¡eso es todo!; querer... ¡todo es eso!»
Así me dijeron tus labios benditos,
así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias y eternos anhelos.
Después, los fantasmas volaron en coro,
y arriba los astros —poetas de oro—
pulsaban la lira de azur de los cielos.


                      IX
Mas al irte, Señor, hacia el ribazo
donde moran las sombras, un gran lazo
dejabas, que te unía con los tuyos,
un lazo entre la tierra y el arcano,
y ese lazo era otro indio: Altamirano;
bronce también, mas bronce con arrullos.
Nos le diste en herencia, y luego, Juárez,
te arropaste en las noches tutelares
con tus amigos pálidos; entonces,
comprendiendo lo eterno de tu ausencia,
repitieron mi labio y mi conciencia:
—Señor, alma de luz, cuerpo de bronce.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.
Tú escuchaste mi grito, sonreíste
y en la sombra infinita te perdiste
cantando con los otros almo coro.
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro...


Amado Nervo, 1902, en Honor Juárez, ante la Cámara de Diputados



  Lira Heroica (1902)   

jueves, 29 de enero de 2015

DE MARIO BENEDETTI - CURRICULUM -

CURRICULUM
Mario Benedetti

El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora libre de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
entonces
usted muere.

jueves, 25 de septiembre de 2014

JOSÉ ANGELO BUESA - POEMA DE LA DESPEDIDA


POEMA DE LA  DESPEDIDA
JOSÉ ANGEL BUESA
 

Te digo adiós y acaso te quiero todavía.
Quizá no ha de olvidarte pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco.
Pero si sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mi...
Pero te digo adiós para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
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lunes, 1 de septiembre de 2014

LORCA Y SU POESIA


FEDERICO GARCIA LORCA

PAISAJE CON DOS TUMBAS Y UN PERRO ASIRIO

Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando, hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.

Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
Y las hierbas de mi corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía cien años dentro de un cuchillo.

Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya viene hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.

!Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.

                   De Poeta en Nueva York, 1940.

domingo, 31 de agosto de 2014

POESIA MEXICANA

Jaime Sabines
Este autor, al igual que tantos poetas, no es muy conocido sin embargo presenta una calidad incuestionable. 
Jaime Sabines

Jaime Sabines Gutiérrez fue un querido y respetado poeta y político mexicano, nacido en Tuxtla Gutiérrez el 25 de marzo de 1926 y fallecido en Ciudad de México el 19 de marzo de 1999. Su padre, Julio Sabines, fue uno de los responsables de su amor por la poesía, y probablemente de su personalidad sencilla y accesible, una de las razones de su éxito en vida. A los 19 años comenzó a estudiar medicina, para darse cuenta poco tiempo después de que su lugar estaba en la Literatura. Resulta curioso que tanto su esposa como sus cuatro hijos tuvieran nombres que comenzaban con "j", inicial del nombre de su padre, así como del suyo propio y el de sus tres hermanos.
            Como escritor fue muy productivo; si bien difundió su poesía desde los 18 años, con  "Hora", su primer poemario, comenzó en 1950 una serie de publicaciones que culminaría pocos años antes de su muerte. Sabines reconoció la importancia del estudio técnico para su evolución como escritor, para encontrar su propia personalidad, sin dejar de inspirarse en Neruda o Lorca, entre sus otras fuertes influencias. Su amor por su padre quedó plasmado en un poema que el mismo autor consideró su mejor obra, 




¡Qué risueño contacto!


¡Qué risueño contacto el de tus ojos, 
ligeros como palomas asustadas a la orilla 
del agua! 
!Qué rápido contacto el de tus ojos 
con mi mirada! 

¿Quién eres tú? !Qué importa! 
A pesar de ti misma, 
hay en tus ojos una breve palabra 
enigmática. 
No quiero saberla. Me gustas 
mirándome de lado, escondida, asustada. 
Así puedo pensar que huyes de algo, 
de mí o de ti, de nada, 
de esas tentaciones que dicen que persiguen 
a la mujer casada.




Te quiero a las diez de la mañana

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,
y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario, o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.



Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí, que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos
me convencen de ello, y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu
cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?


Jaime Sabines