EL ABAD
Y LOS TRES ENIGMAS
Cierta vez, existió un monasterio muy lejano, situado en lo alto de
una colina. En
aquel lugar, vivían monjes muy humildes que dedicaban su vida a pastorear las
ovejas y meditar profundamente. A cargo del monasterio, se encontraba un viejo
abad, tonto y necio, que descuidaba sus labores y prefería pasarse el día
dormitando y oliendo flores.
Cuando el señor Obispo se enteró de la
pereza del abad, le mandó a llamar inmediatamente para rendir cuentas y
comprobar si todo aquel asunto no era más que una fea mentira. “Deberás
resolver estos tres enigmas en el plazo de un año” – exclamó el Obispo ante el
anciano, y dijo a continuación:
¿Cuánto tardaría yo en darle la vuelta al
mundo?
¿Cuánto dinero valdría si decidiera
venderme?
¿Qué es lo que estoy pensando y no es
verdad?
El abad quedó sorprendido ante las
preguntas del obispo y mientras retornaba al monasterio, pensaba y pensaba
profundamente, pero no encontraba respuesta alguna.
Meses después, mientras paseaba por el
campo, encontró un pastorcillo que decidió ayudarle a resolver aquellas
preguntas tan difíciles. Al día siguiente, el joven partió al encuentro del
Obispo disfrazado con las vestimentas del abad.
“¿Cuánto tardaría yo en darle la vuelta al
mundo?” Preguntó el Ilustrísimo. “Si usted caminara tan deprisa como el Sol,
solo le tomaría veinticuatro horas, mi Señor”.
“¿Cuánto dinero valdría si decidiera
venderme?” Le inquirió seguidamente el Obispo. A lo que el falso abad
respondió: “Sólo la mitad de lo que pagaron por Jesucristo, Ilustrísimo.
Exactamente quince monedas”.
Finalmente, el Obispo lanzó la última
pregunta: “¿Qué es lo que estoy pensando y no es verdad?” A lo que el
jovenzuelo, retirando su capucha exclamó: “Pues que yo no soy el verdadero
abad, como puede ver mi Señor”.
Y así, el Obispo nombró al pastorcillo el
nuevo abad del monasterio, y decidió que el anciano perezoso debería pasarse el
resto de su vida pastoreando ovejas.
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