SIETE HORRORES DE LA ISLA DEL DIABLO
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LA ISLA DEL DIABLO ERA UNA PEQUEÑA COLONIA PENITENCIARIA FRANCESA FORMADA REALMENTE POR VARIOS PEQUEÑOS ISLOTES.
ISLA DEL DIABLO DE LA GUIANA FRANCESA
Una de ellas era bastante más grande que las otras, y por
eso el término se refiera a una isla en singular. Estaba localizada cerca de la
costa de la Guayan Francesa y se enviaba a esta prisión a los peores criminales
de la época. Los presos se repartían entre las islas dependiendo del tipo de
crimen que cometían o lo peligrosos que eran. En los últimos años de su
existencia muchos disidentes fueron llevados a la Isla del Diablo por traición.
La isla principal se la conocía como “la gran roca” y tenía unos
137 mil metros cuadrados. Muchos
presos que sobrevivieron su estancia en la isla lo describían como una «muerte
en vida» y «la guillotina seca».
Tal era la dureza de la colonia penitenciaria que el 40
por ciento de los que llegaban morían el primer año. Solo los más duros o los que acataban
las normas con exactitud tenían una oportunidad de sobrevivir.
La cárcel estuvo en activo desde 1852 a 1946, por lo que se puede decir que
operó hasta tiempos bastante modernos. Para hacernos una idea de cómo era el horror
de la Isla del Diablo, veamos algunas cosas que les esperaba a los convictos.
El
primero paso para llevar a los presos a la Isla del Diablo era coger un barco.
El viaje en si ya era mortal para muchos de los convictos que eran
transportados. Nada más poner los pies en el barco perdía su identidad. Eran
simples números y a nadie le importaba si vivían o morían. Los hombres eran metidos en celdas en la bodega del barco, donde apenas
había sitio para moverse. El aire solía ser casi irrespirable y había una casi
total oscuridad. En
cada celda había unas rústicas hamacas para dormir, aunque no todos tenían la
suerte de usarlas. No había suficientes para todos los presos.
Se
dejaba una barril de agua en fuera de las celdas para que los presos bebieran. Tenían que alcanzarlo por los barrotes, y esto era una continua lucha entre
ellos. Según el barco entraba en zonas más tropicales, el calor empezaba a
hacer mella en los hombres. El calor y la sed hacía que muchos enloquecieran y
empezaban las peleas. Los asesinatos dentro de las celdas eran muy comunes.
Escaseaba el agua y la comida, y las enfermedades también contribuían a muchas
de las muertes. Por estos motivos, muchos convictos no llegaban a la Isla del
Diablo.
Los
presos que iban en el barco no tenían más remedio que obedecer a los guardias.
Aun así, muchas veces algunos presos intentaban escaparse de su celda o empezar
un motín. Esto era lo peor que podían hacer en este barco de la muerte. Dentro
de las celdas pasaban unas tuberías que llevaban vapor muy caliente. Si había
una rebelión o intento de fuga se activaban las tuberías y el vapor era
liberado quemando a los convictos. Estas tuberías estaban visibles para
recordar a todo el mundo que las consecuencias de no obedecer serían terribles.
También
había otro castigo para los presos si hacían demasiado ruido o cantaban en las
celdas. Para esto no usaban el vapor. Las celdas tenían
unas puertas corredizas que las dejaban herméticamente cerradas. Si había mucho
escándalo los guardias encendían palos de sulfuro y los echaban dentro de la
celda. Luego
cerraban las puertas corredizas dejando el espacio sin apenas aire. Según algunos de los testimonios de algunos guardias que pudieron
presenciar este castigo, los convictos empezaban a toser y luego a chillar
desesperadamente. Algunos
desafiaban el castigo cantando en voz alta, aunque finalmente acababan tosiendo
como los demás. Después de un rato solo se oían los quejidos de los
hombres. Según decían los guardias, el sulfuro siempre ganaba la batalla en
estas ocasiones.
Cuando los convictos llegaban a la
isla, eran llevados hasta la prisión. Muchos se daban cuenta de que no había
mucha vigilancia por lo que parecía fácil escaparse. Sin embargo, en poco
tiempo se daban cuenta lo difícil de salir de al isla. Las aguas que habían entre las islas y tierra firme era muy peligrosa. Para empezar, las
corrientes eran muy fuertes y el riesgo de ahogarse era muy alto. También estaba el problema de los tiburones, los cuales en estas aguas eran especialmente peligrosos. Aun en el caso de que
consiguieran llegar a tierra firme, tenían que atravesar una inacabable jungla
con todo tipo de peligros. Sin comida y las herramientas necesarias, las
posibilidades de sobrevivir eran mínimas.
4 – SE USABAN CADENAS Y GRILLETES DE FORMA HABITUAL
Aunque
la vigilancia no era muy grande, como medida de seguridad se encadenaba a los
presos nada más llegar a la isla. Durante el día tenían que llevar estos
grilletes y cadenas, pero la noche era peor. Para mayor seguridad se les ponían más cadenas para que no se pudieran
mover del camastro. Esta
falta de movimiento con unas raciones de comida muy escasas, hacía que muchos
enfermaran y acabaran muriendo. Los cuerpos eran atados cargados en carretillas
y echados al mar. Cuando esto pasaba se hacía sonar una campana como aviso de
que alguien había muerto.
Aunque se llamaba oficialmente
campana funeraria, los convictos la llamaban las campas de aviso para cenar, ya
que cuando sonaba los tiburones se ponían a circular las aguas esperando a que
les echaran la carga. Era una forma bastante rápida de deshacerse de los muertos.
5 – EL CASTIGO PRINCIPAL ERA EL AISLAMIENTO
Para los convictos que no seguían
las reglas de la prisión, el castigo solía ser ponerlos en confinamiento. La
pena mínima de este aislamiento era de seis meses y durante este tiempo el
preso solo tenía una hora para salir al exterior. El resto del tiempo estaba en
una estrecha cela totalmente solo. Muchos hombres acaban con problemas mentales
debido a la soledad. Si el preso no había aprendido la lección con este castigo
y volvía a hacer algo no autorizado, el castigo era otro. Se le enviaba a la
jungla a realizar trabajos forzados donde solían morir en poco tiempo.
Había
un castigo peor que solo se reservaba para casos muy graves. Para los asesinos
que golpearan o mataran a un guardia había una pena muy dura que les hacía
pensar dos veces el rebelarse. Hubo un caso en los años treinta donde un
convicto mato a un guardia de una paliza. Para dar ejemplo a los demás presos, los guardias lo llevaron a la jungla
donde estaba el grupo de condenados a trabajos forzados. Se le encadenó a un
árbol frente a los demás y quedó expuesto a los elementos, insectos, serpientes
y al hambre. Los otros presos eran llevados a la prisión después del trabajo,
dejando al hombre encadenado al árbol.
Como
se ha dicho al principio, los convictos perdían su identidad y pasaban a ser
ganado que los guardias tenían que llevar de un lado a otro. En varios
documentos encontrados se pudo comprobar que los presos no tenían calzado para
ir a trabajar a la jungla. Si se herían en los pies nadie se preocupaba de ello
lo más mínimo. En varios casos los presos se herían y no podían andar al mismo
paso que los demás. Si no iban al mismo ritmo se consideraba insubordinación y
podían acabar castigados. Los guardias no se preocupaban de este tipo de cosas.
7 – ¿QUÉ PASABA DESPUÉS DE LA CONDENA?
Después
de cumplir sus sentencias, los que habían sobrevivido la terrible experiencia
de la Isla del Diablo eran llevados a la Guayana Francesa. Todavía tenían que
pagar un último tributo al estado, y era estar en libertad provisional por el
mismo tiempo que habían sido condenados en la Isla del Diablo. Si habían estados
10 años en la isla, tenían que estar en la Guayana Francesa otros 10 años.
Después de este tiempo eran totalmente libres y podía marcharse a casa. En el
tiempo que estaban en tierra firme tenían que trabajar, ya que necesitaban
subsistir y ahorra para pagar el viaje de vuelta a casa.
HOMENAJE A LA ESTUPIDEZ HUMANA
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