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viernes, 7 de octubre de 2016

MITOLOGIA HINDU - LA HISTORIA DE SATYAVAN Y SAVITRI

BREVE RELATO DE LA HISTORIA DE SATYAVAN Y SAVITRI (GENTILEZA DE SAT)
MITOLOGIA HINDU

Esta historia es muy antigua y pertenece a la mitología india.
Has de saber que esta historia son tres historias: la de aquí, la de allá y la tercera que reunió a las otras dos.
¿Entiendes? Si no lo entiendes ya lo entenderás.
La historia de aquí cuenta que hubo un rey noble y poderoso llamado el Dios de los Elefantes. Como su única pena era no haber podido tener hijos pidió a la diosa Savitri que tuviera piedad de él y le concediera un hijo o una hija que para el caso daba lo mismo, porque lo que él quería era descendencia.
La buena diosa escuchó su ruego y la reina dio a luz la niña más hermosa y perfecta que darse pueda y, en honor a la buena diosa le pusieron por nombre Savitri. Siendo un regalo divino, la princesita creció tan bella, sabia, perfecta y buena como la misma diosa. Pero siendo tan maravillosa en todo, cuando llegó la hora de buscarle un esposo, ningún principe se juzgó digno de ella. Entonces Savitri le dijo a su padre:
-Permíteme ir yo en busca de esposo.
El rey le dio su permiso y Savitri partió en busca de marido.
La historia de allá cuenta, por su parte, que en otro reino había un rey noble y sabio llamado Dyumatsena, quien tuvo la desgracia de quedar ciego. Un pariente envidioso, aprovechándose de ello le arrebató su trono y el monarca hubo de huir con su esposa y su hijo, para salvar sus vidas. En un espeso bosque se creyó a salvo, se construyó una cabaña y, feliz de haber salvado a los que amaba, comenzó a rehacer su vida. El hijo se llamaba Satyavan y era una bendición en la miseria. En cuanto tuvo edad se dedicó a leñador y con eso ganaba el sustento de los suyos.
Y ahora viene la tercera historia que reúne a las otras dos historias.
Buscando y buscando llegó Savitri a ese bosque y sus pasos la llevaron hasta la mísera cabaña de Dyumatsena. El rey ciego y su esposa la acogieron con ternura, le dieron de comer y le ofrecieron un lecho de ramas para que descansara. Y no bien Savitri se había recostado, cuando llegó Satyavan. Debo decirte, que no te lo dije, no hubo antes ni habrá mozo más gallardo, más varonil, mas hermoso que Satyavan. Savitri, al verlo, comprendió que él era el esposo que buscaba.

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Muy contenta regresó a su palacio y anunció a su padre que había encontrado al que debía ser su esposo, al amado de su alma.
Cuando estaba diciendo esto apareció un Rishi, protector del reino, miró tristemente a la princesita y moviendo la cabeza dijo:
-Mal elegiste, Savitri. Satyavana no es un leñador. Es un príncipe valeroso, noble y bueno. Pero está escrito en su destino que, si se casa, morirá al completarse un año de boda.
El rey Dios de los Elefantes se angustió al oírlo y trató de convencer a su hija de buscar otro esposo.
Pero Savitri respondió:
-Sea su vida corta o larga, sea para bien o para mal, yo lo he escogido por esposo y a él le pertenezco.
El Rishi le dió su bendición y el rey hubo de acompañar a su hija a la cabaña del bosque y así se casaron Savitri y Satyavan.
No hubo gente más dichosa en el vasto mundo que los moradores de la pobre cabaña del bosque, porque Savitri se comportó como se comporta la buena esposa de un pobre leñador, ayudando en todo y aliviando el trabajo de la reina destronada. Pero en su corazón enamorado iba contando los días, guardando para sí su tristeza. Y llegó el día fatal en que se cumplía un año de la boda.
Esa mañana pidió a su esposo que le permitiera acompañarlo en sus faenas de leñador. Y cuando Satyavan se hallaba cortando un árbol, Savitri vio, de pronto, a un ser feísimo y aterrador que traía una red entre sus manos y se detenía junto a Satyavan. Savitri le preguntó quién era y el ser le repuso:
-Yo soy Yama, el Señor de la Muerte, y vengo por tu esposo.
Así diciendo y haciendo sacó el alma del cuerpo de Satyavan, la metió en la red, se la echó al hombro y partió. Savitri, sin inmutarse, comenzó a caminar detrás de él.
-Desiste, Savitri. Regresa y ocúpate de los ritos funerarios-dijo Yama, deteniéndose-. No puedes seguirme.
-¡Cómo!-respondió Savitri-. La Ley Eterna que nos ha sido dada estipula como una obligación que la esposa debe seguir a su esposo donde quiera que éste vaya. Supongo que siendo tú quien eres no me inducirás a desobedecer la Ley Sagrada.
STORY OF SAVITRI & SATYAVAN The... - Hindu Mythology-Characters ...
Yama la miró sorprendido y algo desconcertado.
-Bien, es cierto, pero en esto no puedes seguirlo. En verdad que eres excepcional, Savitri, no sólo has podido verme sino que osas seguirme. Por eso pídeme lo que quieras, menos la vida de tu esposo y lo que pidas te será concedido.
Savitri pidió que devolviera la vista al rey Dyumatsena, y Yama se lo concedió en el acto, prosiguiendo su camino. Pero cuál no sería su asombro al escuchar los pasos de Savitri detrás de él.
Muy molesto, volvió a detenerse y con el ceño fruncido le espetó:
-De seguro que quieres pedirme algo más. Te concederé otro deseo siempre que no sea la vida de tu esposo.
Savitri le pidió, entonces, que el rey Dyumatsena recuperase su trono.
-Concedido, concedido y ahora lárgate ya de mi lado-bufó Yama, apresurando su paso para recuperar el tiempo perdido en estas majaderías de Savitri.
Pero, detrás de él, continuó la tenaz princesa.
Iban llegando al espantoso abismo que separa la vida de la muerte y Yama escuchaba a Savitri caminar detrás suyo. Y aunque era Yama, el Señor de la Muerte, comenzó a sentirse desazonado, ya que jamás le había ocurrido algo igual.
-Pide el último deseo, mujer testaruda -bramó-, pero ahora deberás pedir algo para ti, sólo para ti, ¿me entiendes?, y que no sea la vida de tu esposo.
Savitri le pidió entonces tener cien hijos, sanos, bellos, sabios, poderosos y afortunados. Y Yama se lo concedió desesperado, pues lo único que ahora deseaba era verse libre de Savitri.
-Los tendrás, y ahora déjame solo porque ya no puedes seguirme -agregó mostrándole el espantoso abismo.
Savitri se echó a llorar amargamente.
-Mas... ¿por qué lloras ahora, endiablada mujer? -gritó Yama ya en el colmo de la exasperación.
-¿Que por qué lloro, me preguntas? -sollozó Savitri en un mar de lágrimas-. Porque te has burlado de mí. Y no es propio de un Inmortal burlarse una mísera mortal. ¿Qué dirá el Supremo Parabrahman?, ¿qué dirán los otros dioses cuando lo sepan, cuando se enteren de tu burla?
-¿Que yo... me he burlado de ti? -gritó Yama en el colmo del pasmo.
-Sí, sí -gimió Savitri, retorciendo las manos-. Me has concedido tener cien hijos y... ¿cómo podré tenerlos si me quitas a mi esposo?... ¿Acaso soy una flor que liban las abejas y la polinizan? ¿Acaso soy una ramera que se une a cualquier hombre? Te has burlado cruelmente de mí, pérfido Yama, y eso no es justo.
Recién entonces Yama cayó en la cuenta de la trampa tendida por Savitri y reconociendo el ingenio de la joven y el atolladero en que lo había metido, soltó la red y devolvió el alma a su dueño. Después desapareció riendo en el abismo.
Savitri regresó al lugar donde dejara a Satyavan, quien de nada se había dado cuenta, salvo de haber dormido profundamente. Juntos regresaron a la cabaña, donde fueron recibidos con gritos de alegría porque el rey Dyumatsena había recuperado la vista. Y mientras se abrazaban, dando gracias a los dioses, escucharon música de pífanos y trompetas y tambores y timbales. Pronto apareció un grupo de príncipes y embajadores para anunciar al rey que el malvado usurpador había muerto y el pueblo reclamaba su verdadero Señor, el rey Dyumatsena.
¿Qué si Savitri tuvo cien hijos?... Los tuvo... Y de esos cien hijos se formó la noble raza del Brahman.
Vat Savitri | chilangomadrid.com

viernes, 8 de julio de 2016

ANDREI ELOY BLANCO - LA ÓRBITA DEL AGUA

LA ÓRBITA DEL AGUA
ANDREI ELOY BLANCO

Vamos a embarcar, amigos,
para el viaje de la gota de agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.

Para nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla da agua,
la mitad de lágrima de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.

Vamos a seguir, amigos,
la órbita de la gota de agua:
De la cresta de un ola
salta, con el vapor de la mañana;
sube a la costa de una nube
insular en el cielo, blanca, como una playa;
viaja hacia el Occidente,
llueve en el pico de una montaña,
abrillanta las hojas,
esmalta los retoños,
rueda en una quebrada,
se sazona en el jugo de las frutas caídas,
brinca en las cataratas,
desemboca en el Río, va corriendo hacia el Este,
corta en dos la sabana,
hace piruetas en los remolinos
y en los anchos remansos se dilata
como la pupila de un gato,
sigue hacia el Este en la marea baja,
llega al mar, a la cresta de su ola
y hemos llegado, amigos... Volveremos mañana


NOTA: Andrés Eloy Blanco Meaño (Cumaná, Venezuela, 6 de agosto de 1896 Ciudad de México, 21 de mayo de 1955) fue un abogado, escritor, humorista, poeta y político venezolano

sábado, 25 de junio de 2016

PELÍCULA SOBREVIVIENDO CON LOBOS - PELICULA COMPLETA (SUBTITULOS ESPAÑOL)

SOBREVIVIENDO CON LOBOS - PELICULA COMPLETA (SUBTITULOS ESPAÑOL)

SURVIVRE AVEC LES LOUPS es una película francesa de 2007. Es dirigida por Véra Belmont. Está basada en la novelaSobreviviendo con lobos de la escritora belga Misha Defonseca.


REPARTO

Mathilde Goffart: Misha
Yaël Abecassis: Gerusha
Guy Bedos: Ernest
Michèle Bernier: Marthe
Benno Fürmann: Reuven
Anne-Marie Philipe: señora Valle
Franck de Lapersonne: señor Valle
Marie Kremer: Janine
Eléna Brézillon: colegiala
Bert Tischendorf: soldado yugoslavo llamado Misha.
Paul Emile Petre: Léopold
Georges Siatidis: médico


ARGUMENTO
El ambiente se sitúa en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial. Misha, una niña judía de ocho años sale de Bruselas en busca de sus padres quienes fueron deportados por los nazis. Ella sólo sabe que ellos fueron enviados al este. Con la ayuda de una pequeña brújula, Misha viaja a pie sola por Bélgica, Alemania, Polonia y Ucrania. Durante su travesía, ella roba comida y ropa y se integra a una manada de lobos salvajes para sobrevivir.


Survivre avec les loups
Título
Survivre avec les loups
Ficha técnica
·         Véra Belmont
Véra Belmont
Basada en
Sobreviviendo con lobos
Mathilde Goffart
Yaël Abecassis
Guy Bedos
Michèle Bernier
Benno Fürmann

Datos y cifras
País(es)
Francia
2007
drama
Duración
115 minutos
Idioma(s)
Francés
Alemán
Polaco
Ruso


LES LUTHIERS - PERDONALA

PERDÓNALA
LES LUTHIERS


RESUMEN DE LA OBRA

Título: Perdónala
Subtítulo/Género: Bolérolo
Número de registro: 135
Año de Estreno: 1994
Autor:  Les Luthiers
Compositores Ficticios: Günther Frager; Johann Sebastian Mastropiero


RESUMEN: El protagonista de esta canción le cuenta a sus amigos que ya no desea vivir con su pareja. Éstos intentan convencerlo de que recapacite, pero los argumentos que les va contando se tornan cada vez más difíciles de justificar






SOLISTA
No querría con Ester seguir viviendo
lo que hizo ya no puede perdonarse;
que se vaya, no me agrada estar sufriendo
ciertas cosas no deben olvidarse.

CORO
Perdónala, perdónala.
Es dulce, te fue fiel, es una dama
Perdónala, perdónala
Seguro que aún ella te ama.

SOLISTA
No querría con Ester seguir viviendo
lo que pude perdonar lo he perdonado;
esa tarde cuando ya se estaba yendo
confesó que ella nunca me había amado.

CORO
Perdónala, no obstante.
Regresa a aquellos besos como miel,
Ester te fue leal, te fue constante,
y toda la vida te fue fiel.

SOLISTA
No querría con Ester seguir viviendo,
nuestra vida fue amarga como hiel.
Esa tarde cuando ya se estaba yendo
confesó que ella nunca me fue fiel.

(Y... ¡dale!)

CORO
Compréndela, ten calma,
fueron sólo veinte hombres hasta ayer.
Y piensa que en fondo de su alma
esa muchacha es una dulce mujer.

SOLISTA
No querría con Ester seguir viviendo,
ya no puedo perdonar a esa muchacha.
Esa tarde cuando ya se estaba yendo
me persiguió por la casa con un hacha.

CORO
Tolérala, es solo una muchacha,
conviene que unos días no se vean.
Las mejores parejas se pelean,
y casi todas se persiguen con un hacha.

SOLISTA
No querría con Ester seguir viviendo.
Mis amigos nunca fueron de su agrado;
esa tarde cuando ya se estaba yendo
opinó que eran todos unos vagos.

CORO
Olvídala, debes olvidarla
De esa bruja por fin te liberaste;
pero cuéntanos antes de olvidarla
qué fue lo peor, lo que no le perdonaste.

SOLISTA
Lo último que hizo fue tremendo;
eso sí que no puede perdonarse.
Esa tarde cuando ya se estaba yendo...

decidió quedarse.

PELÍCULA DIRECCIÓN: GIL JUNGER - UN REGALO DEL CORAZÓN -

UN REGALO DEL CORAZÓN
COMEDIA ROMÁNTICA

Estreno:     2004
Guión:        Christina Welsh
Director:     Gil Junger
Dirección de Fotografía:      Giles Nuttgens
Reparto:     Jennifer Love Hewitt, Tom Wilkinson, Paul Nicholls, Lucy Davenport, Diana Hardcastle.


ELENCO ACTORAL

Jennifer Love Hewitt como Samantha Andrews
Paul Nicholls como Ian Wyndham
Tom Wilkinson como el taxista
Lucy Davenport como Lottie
Diana Hardcastle como Claire

Un Regalo del Corazón. Originalmente titulada "IF ONLY”" y conocida en España con el nombre “Un día inesperado”, y “Antes que termine el día” en Argentina)

Es una película romántica, dirigida por Gil Junger en 2004, y protagonizada por la excelente y bella actriz estadounidense Jennifer Love Hewitt en el papel de Samantha Andrews quien además escribió las dos canciones que interpreta en la película, y comparte roles con el joven actor Paul Nicholls como el ejecutivo Ian Wyndham. Es una historia romántica sobre malentendidos y últimas oportunidades llevadas al extremo. "Un Regalo del Corazón" muestra la importancia de no esconder los sentimientos, ser sincero con uno mismo y saber enmendar los errores cuando existe de por medio un amor verdadero.

Sinopsis

UN REGALO DEL CORAZÓN
Samantha Andrews (Jennifer Love Hewitt) es una hermosa chica, estudiante de violín en una de las más prestigiosas escuelas de música de Londres. Siempre sonriente e impulsiva, vive muy enamorada de su novio inglés, Ian Wyndham (Paul Nicholls) un joven ejecutivo responsable y centrado en su trabajo. Él tiene una vida feliz, no le falta nada. Su carrera va en ascenso, tiene buena economía y Sam, su novia es hermosa y lo adora. Están totalmente enamorados, pero él no sabe expresar sus sentimientos y, además, su trabajo le tiene completamente absorbido. Debido a un sueño premonitorio que Ian tuvo uma noche, de forma repentina, el destino de ellos cambia completamente, tras una fuerte discusión entre ambos, ella fallece en un trágico accidente automovilístico. Él cambia su manera de ser para con Sam, ya que se da cuenta de que podría perderle para siempre. Ahora solo le queda un día para evitar a toda costa que El sueño donde la mujer que ama pierde la vida, se convierta en realidad.

viernes, 24 de junio de 2016

HANS CHRISTIAN ANDERSEN - EL PATITO FEO

El patito feo
Un cuento de Hans Christian Andersen

El patito feo¡Qué hermosa estaba la campiña! Había llegado el verano: el trigo estaba amarillo; la avena, verde; la hierba de los prados, cortada ya, quedaba recogida en los pajares, en cuyos tejados se paseaba la cigüeña, con sus largas patas rojas, hablando en egipcio, que era la lengua que le enseñara su madre. Rodeaban los campos y prados grandes bosques, y entre los bosques se escondían lagos profundos. ¡Qué hermosa estaba la campiña! Bañada por el sol levantábase una mansión señorial, rodeada de hondos canales, y desde el muro hasta el agua crecían grandes plantas trepadoras formando una bóveda tan alta que dentro de ella podía estar de pie un niño pequeño, mas por dentro estaba tan enmarañado, que parecía el interior de un bosque. En medio de aquella maleza, una gansa, sentada en el nido, incubaba sus huevos. Estaba ya impaciente, pues ¡tardaban tanto en salir los polluelos, y recibía tan pocas visitas!
Los demás patos preferían nadar por los canales, en vez de entrar a hacerle compañía y charlar un rato.
Por fin empezaron a abrirse los huevos, uno tras otro. «¡Pip, pip!», decían los pequeños; las yemas habían adquirido vida y los patitos asomaban la cabecita por la cáscara rota.
- ¡Cuac, cuac! - gritaban con todas sus fuerzas, mirando a todos lados por entre las verdes hojas. La madre los dejaba, pues el verde es bueno para los ojos.
- ¡Qué grande es el mundo! -exclamaron los polluelos, pues ahora tenían mucho más sitio que en el interior del huevo.
- ¿Creéis que todo el mundo es esto? -dijo la madre-. Pues andáis muy equivocados. El mundo se extiende mucho más lejos, hasta el otro lado del jardín, y se mete en el campo del cura, aunque yo nunca he estado allí. ¿Estáis todos? -prosiguió, incorporándose-. Pues no, no los tengo todos; el huevo gordote no se ha abierto aún. ¿Va a tardar mucho? ¡Ya estoy hasta la coronilla de tanto esperar!
- Bueno, ¿qué tal vamos? -preguntó una vieja gansa que venía de visita.
- ¡Este huevo que no termina nunca! -respondió la clueca-. No quiere salir. Pero mira los demás patitos: ¿verdad que son lindos? Todos se parecen a su padre; y el sinvergüenza no viene a verme.
- Déjame ver el huevo que no quiere romper -dijo la vieja-. Créeme, esto es un huevo de pava; también a mi me engañaron una vez, y pasé muchas fatigas con los polluelos, pues le tienen miedo al agua. No pude con él; me desgañité y lo puse verde, pero todo fue inútil. A ver el huevo. Sí, es un huevo de pava. Déjalo y enseña a los otros a nadar.
- Lo empollaré un poquitín más dijo la clueca-. ¡Tanto tiempo he estado encima de él, que bien puedo esperar otro poco!
- ¡Cómo quieras! -contestó la otra, despidiéndose.
Al fin se partió el huevo. «¡Pip, pip!» hizo el polluelo, saliendo de la cáscara. Era gordo y feo; la gansa se quedó mirándolo:
- Es un pato enorme -dijo-; no se parece a ninguno de los otros; ¿será un pavo? Bueno, pronto lo sabremos; del agua no se escapa, aunque tenga que zambullirse a trompazos.
El día siguiente amaneció espléndido; el sol bañaba las verdes hojas de la enramada. La madre se fue con toda su prole al canal y, ¡plas!, se arrojó al agua. «¡Cuac, cuac!» -gritaba, y un polluelo tras otro se fueron zambullendo también; el agua les cubrió la cabeza, pero enseguida volvieron a salir a flote y se pusieron a nadar tan lindamente. Las patitas se movían por sí solas y todos chapoteaban, incluso el último polluelo gordote y feo.
- Pues no es pavo -dijo la madre-. ¡Fíjate cómo mueve las patas, y qué bien se sostiene! Es hijo mío, no hay duda. En el fondo, si bien se mira, no tiene nada de feo, al contrario. ¡Cuac, cuac! Venid conmigo, os enseñaré el gran mundo, os presentaré a los patos del corral. Pero no os alejéis de mi lado, no fuese que alguien os atropellase; y ¡mucho cuidado con el gato!
Y se encaminaron al corral de los patos, donde había un barullo espantoso, pues dos familias se disputaban una cabeza de anguila. Y al fin fue el gato quien se quedó con ella.
- ¿Veis? Así va el mundo -dijo la gansa madre, afilándose el pico, pues también ella hubiera querido pescar el botín-. ¡Servíos de las patas! y a ver si os despabiláis. Id a hacer una reverencia a aquel pato viejo de allí; es el más ilustre de todos los presentes; es de raza española, por eso está tan gordo. Ved la cinta colorada que lleva en la pata; es la mayor distinción que puede otorgarse a un pato. Es para que no se pierda y para que todos lo reconozcan, personas y animales. ¡Ala, sacudiros! No metáis los pies para dentro. Los patitos bien educados andan con las piernas esparrancadas, como papá y mamá. ¡Así!, ¿veis? Ahora inclinad el cuello y decir: «¡cuac!».
Todos obedecieron, mientras los demás gansos del corral los miraban, diciendo en voz alta:
- ¡Vaya! sólo faltaban éstos; ¡como si no fuésemos ya bastantes! Y, ¡qué asco! Fijaos en aquel pollito: ¡a ése sí que no lo toleramos! -. Y enseguida se adelantó un ganso y le propinó un picotazo en el pescuezo.
- ¡Déjalo en paz! -exclamó la madre-. No molesta a nadie.
- Sí, pero es gordote y extraño -replicó el agresor-; habrá que sacudirlo.
- Tiene usted unos hijos muy guapos, señora -dijo el viejo de la pata vendada-. Lástima de este gordote; ése sí que es un fracaso. Me gustaría que pudiese retocarlo.
- No puede ser, Señoría -dijo la madre-. Cierto que no es hermoso, pero tiene buen corazón y nada tan bien como los demás; incluso diría que mejor. Me figuro que al crecer se arreglará, y que con el tiempo perderá volumen. Estuvo muchos días en el huevo, y por eso ha salido demasiado robusto -. Y con el pico le pellizcó el pescuezo y le alisó el plumaje -. Además, es macho -prosiguió-, así que no importa gran cosa. Estoy segura de que será fuerte y se despabilará.
- Los demás polluelos son encantadores de veras -dijo el viejo-. Considérese usted en casa; y si encuentra una cabeza de anguila, haga el favor de traérmela.
Y de este modo tomaron posesión de la casa.
El pobre patito feo no recibía sino picotazos y empujones, y era el blanco de las burlas de todos, lo mismo de los gansos que de las gallinas. «¡Qué ridículo!», se reían todos, y el pavo, que por haber venido al mundo con espolones se creía el emperador, se henchía como un barco a toda vela y arremetía contra el patito, con la cabeza colorada de rabia. El pobre animalito nunca sabía dónde meterse; estaba muy triste por ser feo y porque era la chacota de todo el corral.
Así transcurrió el primer día; pero en los sucesivos las cosas se pusieron aún peor. Todos acosaban al patito; incluso sus hermanos lo trataban brutalmente, y no cesaban de gritar: - ¡Así te pescara el gato, bicho asqueroso!; y hasta la madre deseaba perderlo de vista. Los patos lo picoteaban; las gallinas lo golpeaban, y la muchacha encargada de repartir el pienso lo apartaba a puntapiés.
Al fin huyó, saltando la cerca; los pajarillos de la maleza se echaron a volar, asustados. «¡Huyen porque soy feo!», dijo el pato, y, cerrando los ojos, siguió corriendo a ciegas. Así llegó hasta el gran pantano, donde habitaban los patos salvajes; cansado y dolorido, pasó allí la noche.
Por la mañana, los patos salvajes, al levantar el vuelo, vieron a su nuevo compañero: - ¿Quién eres? -le preguntaron, y el patito, volviéndose en todas direcciones, los saludó a todos lo mejor que supo.
- ¡Eres un espantajo! -exclamaron los patos-. Pero no nos importa, con tal que no te cases en nuestra familia -. ¡El infeliz! Lo último que pensaba era en casarse, dábase por muy satisfecho con que le permitiesen echarse en el cañaveral y beber un poco de agua del pantano.
Así transcurrieron dos días, al cabo de los cuales se presentaron dos gansos salvajes, machos los dos, para ser más precisos. No hacía mucho que habían salido del cascarón; por eso eran tan impertinentes.
- Oye, compadre -le dijeron-, eres tan feo que te encontramos simpático. ¿Quieres venirte con nosotros y emigrar? Cerca de aquí, en otro pantano, viven unas gansas salvajes muy amables, todas solteras, y saben decir «¡cuac!». A lo mejor tienes éxito, aun siendo tan feo.
¡Pim, pam!, se oyeron dos estampidos: los dos machos cayeron muertos en el cañaveral, y el agua se tiñó de sangre. ¡Pim, pam!, volvió a retumbar, y grandes bandadas de gansos salvajes alzaron el vuelo de entre la maleza, mientras se repetían los disparos. Era una gran cacería; los cazadores rodeaban el cañaveral, y algunos aparecían sentados en las ramas de los árboles que lo dominaban; se formaban nubecillas azuladas por entre el espesor del ramaje, cerniéndose por encima del agua, mientras los perros nadaban en el pantano, ¡Plas, plas!, y juncos y cañas se inclinaban de todos lados. ¡Qué susto para el pobre patito! Inclinó la cabeza para meterla bajo el ala, y en aquel mismo momento vio junto a sí un horrible perrazo con medio palmo de lengua fuera y una expresión atroz en los ojos. Alargó el hocico hacia el patito, le enseñó los agudos dientes y, ¡plas, plas! se alejó sin cogerlo.
- ¡Loado sea Dios! -suspiró el pato-. ¡Soy tan feo que ni el perro quiso morderme!
Y se estuvo muy quietecito, mientras los perdigones silbaban por entre las cañas y seguían sonando los disparos.
Hasta muy avanzado el día no se restableció la calma; mas el pobre seguía sin atreverse a salir. Esperó aún algunas horas: luego echó un vistazo a su alrededor y escapó del pantano a toda la velocidad que le permitieron sus patas. Corrió a través de campos y prados, bajo una tempestad que le hacía muy difícil la huida.
Al anochecer llegó a una pequeña choza de campesinos; estaba tan ruinosa, que no sabía de qué lado caer, y por eso se sostenía en pie. El viento soplaba con tal fuerza contra el patito, que éste tuvo que sentarse sobre la cola para afianzarse y no ser arrastrado. La tormenta arreciaba más y más. Al fin, observó que la puerta se había salido de uno de los goznes y dejaba espacio para colarse en el interior; y esto es lo que hizo.
Vivía en la choza una vieja con su gato y su gallina. El gato, al que llamaba «hijito», sabía arquear el lomo y ronronear, e incluso desprendía chispas si se le frotaba a contrapelo. La gallina tenía las patas muy cortas, y por eso la vieja la llamaba «tortita pati­corta»; pero era muy buena ponedora, y su dueña la quería como a una hija.
Por la mañana se dieron cuenta de que había llegado un forastero, y el gato empezó a ronronear, y la gallina, a cloquear.
- ¿Qué pasa? -dijo la vieja mirando a su alrededor. Como no veía bien, creyó que era un ganso cebado que se habría extraviado-. ¡No se cazan todos los días! -exclamó-. Ahora tendré huevos de pato. ¡Con tal que no sea un macho! Habrá que probarlo.
Y puso al patito a prueba por espacio de tres semanas; pero no salieron huevos. El gato era el mandamás de la casa, y la gallina, la señora, y los dos repetían continuamente: - ¡Nosotros y el mundo! - convencidos de que ellos eran la mitad del universo, y aún la mejor. El patito pensaba que podía opinarse de otro modo, pero la gallina no le dejaba hablar.
- ¿Sabes poner huevos? -le preguntó.
- No.
- ¡Entonces cierra el pico!
Y el gato:
- ¿Sabes doblar el espinazo y ronronear y echar chispas?
- No.
- Entonces no puedes opinar cuando hablan personas de talento.
El patito fue a acurrucarse en un rincón, malhumorado. De pronto acordase del aire libre y de la luz del sol, y le entraron tales deseos de irse a nadar al agua, que no pudo reprimirse y se lo dijo a la gallina.
- ¿Qué mosca te ha picado? -le replicó ésta-. Como no tienes ninguna ocupación, te entran estos antojos. ¡Pon huevos o ronronea, verás cómo se te pasan!
- ¡Pero es tan hermoso nadar! -insistió el patito-. ¡Da tanto gusto zambullirse de cabeza hasta tocar el fondo!
- ¡Hay gustos que merecen palos! -respondió la gallina-. Creo que has perdido la chaveta. Pregunta al gato, que es la persona más sabia que conozco, si le gusta nadar o zambullirse en el agua. Y ya no hablo de mí. Pregúntalo si quieres a la dueña, la vieja; en el mundo entero no hay nadie más inteligente. ¿Crees que le apetece nadar y meterse en el agua?
- ¡No me comprendéis! -suspiró el patito.
- ¿Qué no te comprendemos? ¿Quién lo hará, entonces? No pretenderás ser más listo que el gato y la mujer, ¡y no hablemos ya de mí! No tengas esos humos, criatura, y da gracias al Creador por las cosas buenas que te ha dado. ¿No vives en una habitación bien calentita, en compañía de quien puede enseñarte mucho? Pero eres un charlatán y no da gusto tratar contigo. Créeme, es por tu bien que te digo cosas desagradables; ahí se conoce a los verdaderos amigos. Procura poner huevos o ronronear, o aprende a despedir chispas.
- Creo que me marcharé por esos mundos de Dios -dijo el patito.
- Es lo mejor que puedes hacer -respondióle la gallina.
Y el patito se marchó; se fue al agua, a nadar y zambullirse, pero, todos los animales lo despreciaban por su fealdad.
Llegó el otoño: en el bosque, las hojas se volvieron amarillas y pardas, y el viento las arrancaba y arremolinaba, mientras el aire iba enfriándose por momentos; cerníanse las nubes, llenas de granizo y nieve, y un cuervo, posado en la valla, gritaba: «¡au, au!»,. de puro frío. Sólo de pensarlo le entran a uno escalofríos. El pobre patito lo pasaba muy mal, realmente.
Un atardecer, cuando el sol se ponía ya, llegó toda una bandada de grandes y magníficas aves, que salieron de entre los matorrales; nunca había visto nuestro pato aves tan espléndidas. Su blancura deslumbraba y tenían largos y flexibles cuellos; eran cisnes. Su chillido era extraordinario, y, desplegando las largas alas majestuosas, emprendieron el vuelo, marchándose de aquellas tierras frías hacia otras más cálidas y hacia lagos despejados. Eleváronse a gran altura, y el feo patito experimentó una sensación extraña; giró en el agua como una rueda, y, alargando el cuello hacia ellas, soltó un grito tan fuerte y raro, que él mismo se asustó. ¡Ay!, no podía olvidar aquellas aves hermosas y felices, y en cuanto dejó de verlas, se hundió hasta el fondo del pantano. Al volver a la superficie estaba como fuera de sí. Ignoraba su nombre y hacia donde se dirigían, y, no, obstante, sentía un gran afecto por ellas, como no lo había sentido, por nadie. No las envidiaba. ¡Cómo se le hubiera podido ocurrir el deseo de ser como ellas! Habríase dado por muy satisfecho con que lo hubiesen tolerado los patos, ¡pobrecillo!, feo como era.
Era invierno, y el frío arreciaba; el patito se veía forzado a nadar sin descanso para no entumecerse; mas, por la noche, el agujero en que flotaba se reducía progresivamente. Helaba tanto, que se podía oír el crujido del hielo; el animalito tenía que estar moviendo constantemente las patas para impedir que se cerrase el agua, hasta que lo rindió el cansancio, y, al quedarse quieto, lo aprisionó el hielo.
Por la mañana llegó un campesino, y, al darse cuenta de lo ocurrido, rompió el hielo con un zueco y, cogiendo el patito, lo llevó a su mujer. En la casa se reanimó el animal.
Los niños querían jugar con él, pero el patito, creyendo que iban a maltratarlo, saltó asustado en medio de la lechera, salpicando de leche toda la habitación. La mujer se puso a gritar y a agitar las manos, con lo que el ave se metió de un salto en la mantequera, y, de ella, en el jarro de la leche ¡y yo qué sé dónde! ¡Qué confusión! La mujer lo perseguía gritando y blandiendo las tenazas; los chiquillos corrían, saltando por encima de los trastos, para cazarlo, entre risas y barullo. Suerte que la puerta estaba abierta y pudo refugiarse entre las ramas, en la nieve recién caída. Allí se quedó, rendido.
Sería demasiado triste narrar todas las privaciones y la miseria que hubo de sufrir nuestro patito durante aquel duro invierno.
Lo pasó en el pantano, entre las cañas, y allí lo encontró el sol cuando volvió el buen tiempo. Las alondras cantaban, y despertó, espléndida, la primavera.
Entonces el patito pudo batir de nuevo las alas, que zumbaron con mayor intensidad que antes y lo sostuvieron con más fuerza; y antes de que pudiera darse cuenta, encontróse en un gran jardín, donde los manzanos estaban en flor, y las fragantes lilas curvaban sus largas ramas verdes sobre los tortuosos canales. ¡Oh, aquello sí que era hermoso, con el frescor de la primavera! De entre las matas salieron en aquel momento tres preciosos cisnes aleteando y flotando levemente en el agua. El patito reconoció a aquellas bellas aves y se sintió acometido de una extraña tristeza.
- ¡Quiero irme con ellos, volar al lado de esas aves espléndidas! Me matarán a picotazos por mi osadía: feo como soy, no debería acercarme a ellos. Pero iré, pase lo que pase. Mejor ser muerto por ellos que verme vejado por los patos, aporreado por los pollos, rechazado por la criada del corral y verme obligado a sufrir privaciones en invierno-. Con un par de aletazos se posó en el agua, y nadó hacia los hermosos cisnes. Éstos al verle, corrieron a su encuentro con gran ruido de plumas. - ¡Matadme! -gritó el animalito, agachando la cabeza y aguardando el golpe fatal. Pero, ¿qué es lo que vio reflejado en la límpida agua? Era su propia imagen; vio que no era un ave desgarbado, torpe y de color negruzco, fea y repelente, sino un cisne como aquéllos.
¡Qué importa haber nacido en un corral de patos, cuando se ha salido de un huevo de cisne!
Entonces recordó con gozo todas las penalidades y privaciones pasadas; sólo ahora comprendía su felicidad, ante la magnificencia que lo rodeaba.
Los cisnes mayores describían círculos a su alrededor, acariciándolo con el pico.
Presentáronse luego en el jardín varios niños, que echaron al agua pan y grano, y el más pequeño gritó:
- ¡Hay uno nuevo!
Y sus compañeros, alborozados, exclamaron también, haciéndole coro:
- ¡Sí, ha venido uno nuevo!
Y todo fueron aplausos, y bailes, y brincos; y corriendo luego al encuentro de sus padres, volvieron a poco con pan y bollos, que echaron al agua, mientras exclamaban:
- El nuevo es el más bonito; ¡tan joven y precioso! -. Y los cisnes mayores se inclinaron ante él.
Pero él se sentía avergonzado, y ocultó la cabeza bajo el ala; no sabía qué hacer, ¡era tan feliz!, pero ni pizca de orgulloso. Recordaba las vejaciones y persecuciones de que había sido objeto, y he aquí que ahora decían que era la más hermosa entre las aves hermosas del mundo. Hasta las lilas bajaron sus ramas a su encuentro, y el sol brilló, tibio y suave. Crujieron entonces sus plumas, irguióse su esbelto cuello y, rebosante el corazón, exclamó:
- ¡Cómo podía soñar tanta felicidad, cuando no era más que un patito feo!.