MIENTRAS PAPA NOEL NO
ESTABA
Todos sabemos que Papá Noel vive en el Polo Norte y también sabemos que es muy famoso y querido en todo el planeta tierra.
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Lo que pocos saben es que
en el Polo Sur, justo en el otro extremo del planeta, habita un brujo llamado
Celosías quien, no sólo no cree en la Navidad, sino que siente mucha envidia
por el amor que todo el mundo siente por Papá Noel.
Este brujo celoso es muy,
pero muy flaco. De todos modos, esa no es la única diferencia que tiene con
Papá Noel, la mayor diferencia está en su alma y en su corazón pues no tiene
buenos sentimientos. También trabaja acompa-ñado, en este caso por otros dos
brujitos jóvenes que lo único que hacen es darle la razón y asentir cuanta cosa
dice Celosías.
Todos los años para
Navidad, ocurre lo mismo: en el Polo Norte todo es alegría y preparativos,
mientras que en el Polo Sur todo es celos y envidia.
– ¡No puede ser, ya
estoy cansado de esta situación! El mundo entero no hace más que hablar de Papá
Noel. Que me traiga esto, que le pido lo otro. ¿Los chicos no tienen nada más
entretenido en sus vidas que hacer cartitas pidiendo cosas?
– Eso, ¿no tienen
nada más entretenido que hacer? - repitió uno de los brujitos.
– ¿Que hacer
cartitas pidiendo cosas? - agregó el otro brujito.
– ¡No aguanto más,
esto se termina aquí! No me gusta que a él lo quiera todo el mundo y a mi
nadie. ¡Traiganme a Papá Noel como sea, este año no habrá regalo para nadie y a
ningún niño le quedarán ganas de volver a escribir cartitas! Grito
furioso el brujo envidioso.
Los dos brujitos se
miraron entre sí, preguntándose cómo harían para traer a Papá Noel desde la
otra punta del mundo.
Como si adivinara sus
pensamientos, Celosías trajo un cohete hecho con sus propias manos que nada
tenía de lindo, pero alcanzaba una gran velocidad. Los brujitos no estaban muy
convencidos de meterse allí dentro y pilotearlo, pero sólo sabían obedecer y
repetir.
Partieron hacia el Polo
Norte y, como el cohete era realmente muy veloz llegaron antes de lo
previsto. Lo que vieron los maravilló. Todo era alegría en el taller de
papá Noel, duendes que iban y venían cargados de juguetes, todos sonrientes y
cantando. Era evidente que los hacía feliz hacer ese trabajo.
Ni que hablar de Papá
Noel, su sonrisa era casi más grande que su pancita, lo cual es mucho decir.
Sus ojos eran buenos y transparentes casi. Lo que más les llamó la atención a
los brujitos fue que nadie daba órdenes, todo se pedía por favor, algo a lo que
ellos no estaban acostumbrados.
A través de un engaño y
valiéndose de la bondad de Papá Noel que creyó en sus mentiras, lograron (con
mucho esfuerzo por cierto), meterlo en el cohete y llevarlo al Polo
Sur. Un duendecito que vio lo que había ocurrido desde una de las terrazas
del taller, contó a todos los demás lo que había pasado.
– ¿Qué haremos ahora
sin Papá Noel? ¿Qué pasará con los niños que esperan sus regalitos? ¿Es que
este año la Navidad tendrá que ser diferente? Se lamentaba uno de los duendes
más viejitos.
– ¿Dónde lo habrán
llevado? Preguntaba la mayoría ¿Estará bien?
– ¿Nos tendremos que
jubilar después de esto? Sollozaban los renos que temían no volver a hacer
ningún viaje.
– ¡Calma señores
calma! Intervino Chispazo, un duende joven y con mucha energía. Todo es
cuestión de organización, nos dividiremos: unos buscarán a Papá Noel y lo
traerán de vuelva y otros nos encargaremos de su trabajo.
– ¿Hacer de Papá
Noel? No me atrevería, además me faltan unos cuantos kilos. Dijo un duende
tímido, flaco y preocupado.
– Nadie reemplazará
a Papá Noel, sólo haremos su trabajo para que ningún niño quede sin regalo.
Chispazo tomó las riendas
del asunto y organizó a algunos duendes para que fueran en trineos suplentes a
buscar por todo el mundo a Papá Noel. Por otro lado, se encargó que todos los
duendecitos que quedaban terminaran los juguetes para ser entregados a tiempo.
A pesar de la
preocupación por Papá Noel, los duendecitos trabajaban más que de costumbre
para llegar a tiempo. No sólo no querían que algún niño sufriera una
desilusión, sino que además, no querían defraudar a su gran amigo.
Como no tenía
mucha experiencia decidió que dos duendecitos lo acompañasen en el viaje para
repartir más rápido los regalos. Los renos no estaban muy confiados que
digamos, pero no les quedaba opción. Todos estaban dispuestos a que la Navidad
no sufriera cambios y que todos los niños estuvieran contentos.
Mientras
tanto, en el Polo Sur, el cohete aterrizaba con Papá Noel un poco mareado y sin
entender qué pasaba realmente.
– ¿Con
qué, así es cómo eres no más?, preguntó Celosías.
– ¿Así
cómo?, repreguntó Papá Noel.
– Gordo,
viejo y aún así todo el mundo te ama. No hay niño que no te quiera y grande
también.
Por más que
Papá Noel trató, fue imposible hacerle entender al brujo flaco y celoso que el
amor y el confiar en alguien nada tienen que ver con su edad o sus kilos. Que
el amor nace y vive en el corazón de la gente y que la Navidad tiene que ver
con eso.
– Pues
te informo, que este año no habrá Navidad, ni regalos para nadie. Estoy
cansando de tanta carta, tanto villancico, tanta ilusión ¡Se terminó!
– No
entiendo, preguntó muy triste Papá Noel ¿qué ganarías con eso?
– Que ya
no te quieran, como nadie me quiere a mi.
– Que ya
no lo quieran, repitió un brujito.
– Como
nadie lo quiere a él, repitió el otro.
– No lo
vas a lograr, aunque yo no reparta los regalos este año, la Navidad seguirá
existiendo siempre y con ella la ilusión, el amor y la esperanza.
– Ya veremos,
ya veremos. Contestó Celosías.
– Ya
verán, ya verán, repitieron los brujos a coro.
Papá Noel
quedó pensativo, muy triste por un lado por la actitud del brujo, pero confiado
por el otro en que sus duendes amigos, no dejarían a ningún niño sin su ilusión
cumplida.
Llegó el día
de Navidad, los trineos de rescate no habían vuelto, Chispazo debía actuar.
Como pudo se calzó un traje que había de repuesto y aunque le quedaba por demás
grande, lo lució muy orgulloso. Subió al trineo junto con los dos duendecitos
más rápidos del lugar elegidos para ayudarlo en la tarea y partieron. Hay que
decir que los renos podían volar más rápido porque el peso era mucho menor, con
lo cual el viaje no tuvo inconvenientes, todos y cada uno de los regalos fueron
repartidos y todos y cada unos de los sueños cumplidos.
Por otro
lado, y justo el día de Navidad los trineos de rescate divisaron a Papá Noel
quien rezaba para todo saliera bien a pesar de su ausencia.
No bien vio
al trineo y a sus duendecitos moviendo las manos, quiso gritar de alegría, pero
al darse cuenta que Celosías dormía la siesta, dejó el festejo para otro
momento. Subió al trineo y regresó al Polo Norte.
Cuando
aterrizaron en casa, la noche de Navidad ya había pasado, apenas piso la nieve
blanca de sus tierras, Papá Noel vio cómo su trineo descendía con un Chispazo
muy cansado y dos duendes agotados.
La felicidad
fue casi tan grande como los gritos de Celosías cuando se dio cuenta que Papá
Noel se había ido
– Todo
está en orden, ningún niño se quedó sin regalo. Dijo Chispazo muy orgulloso.
Papá Noel lo
abrazó tan pero tan fuerte que casi lo deja finito como un papelito.
– Yo
sabía, yo confiaba en que mi gente jamás defraudaría a los niños, no tengo
palabras para agradecerles lo que han hecho. Dijo muy emocionado. No sólo han
hecho un trabajo perfecto, sino que se preocuparon por rescatarme y traerme a
casa de nuevo.
Por mucho
tiempo, en el otro extremo del planeta se siguieron escuchando los gritos de
alguien que no entendía nada de amor, ni de Navidades y de hacer algo por el
otro.
– ¡No
pude con él, no pude lograr que dejen de quererlo! Gritaba furioso el brujito
flaco y envidioso.
– No
pudo con él y jamás podrá. Dijo uno
– Mientras
haya amor, esperanza, ilusión en este mundo nadie dejará de amarlo y de creer
en Papá Noel, dijo el otro.. FIN
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